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Hace una década, los estudios de arquitectura invertían semanas en construir maquetas físicas. Equipos enteros recortaban madera, ensamblaban estructuras de cartón y pintaban detalles a mano, con la esperanza de que ningún error humano arruinase semanas de trabajo. Hoy, gracias a la impresión 3D, un arquitecto puede diseñar un modelo digital por la tarde, ponerlo a imprimir al cerrar la oficina y encontrar una réplica física perfecta en su escritorio a la mañana siguiente.
Este cambio no es solo es una mejora en velocidad. La impresión 3D ha redefinido cómo los profesionales conciben, presentan y perfeccionan sus diseños. Imagina un rascacielos con fachadas de cristal que reflejan la luz como el edificio real, o un barrio histórico recreado hasta el último ladrillo, listo para mostrar a un cliente cómo quedará su proyecto integrado en el entorno. Esto ya no es ciencia ficción: es el presente de la arquitectura.
En un mundo dominado por renders hiperrealistas y visualizaciones en realidad virtual, podría parecer que los modelos físicos han quedado obsoletos. Pero nada más lejos de la realidad.
Un modelo arquitectónico impreso en 3D no es solo una representación, es una experiencia. Los clientes pueden tocarlo y observarlo desde todos los ángulos. Es una herramienta de comunicación poderosa que trasciende las limitaciones de una pantalla.
Sin embargo, la creación tradicional de maquetas siempre ha sido un proceso laborioso: cortar, pegar, tallar, lijar… horas de trabajo manual donde un error puede significar empezar de cero. La impresión 3D cambia las reglas del juego mediante:
Detalles imposibles de replicar a mano. Columnas corintias, celosías intrincadas, fachadas con relieves milimétricos… todo cobra vida con una precisión asombrosa.
Ahorro de costes. Menos desperdicio de material, menos horas de trabajo y la posibilidad de imprimir múltiples versiones sin que el presupuesto se dispare.
No todas las maquetas son iguales, y tampoco lo son las técnicas de impresión 3D. Desde modelos conceptuales hasta presentaciones de alto realismo, cada proyecto exige un enfoque distinto.
Cuando un arquitecto está en las primeras fases de diseño, necesita explorar volúmenes, proporciones y distribuciones espaciales. Aquí, la rapidez y la simplicidad son clave.
Tecnología recomendada: FDM (impresión por filamento).
Ideal para formas geométricas básicas.
Filamentos económicos como el PLA permiten iteraciones rápidas.
Se pueden imprimir piezas grandes en un sólo proceso.
Un consejo profesional: imprime en blanco o gris para mantener un aspecto limpio y profesional, o usa diferentes colores para distinguir variantes del diseño o resaltar elementos concretos.
Estas son las joyas de la corona, las que convencen a clientes y ganan concursos. Aquí, cada ventana, cada balcón, cada textura debe ser perfecta.
Tecnología recomendada: Resina (SLA/DLP).
Resolución excepcional para detalles finos.
Superficies lisas que aceptan pintura de manera impecable.
Perfecto para elementos decorativos, mobiliario urbano o interiores.
Un truco de los expertos: combina FDM para las estructuras principales y resina para los detalles. Así aprovechas lo mejor de ambos mundos.
¿Cómo representar un barrio entero, con decenas de edificios, calles y vegetación? La impresión 3D permite crear modelos modulares, donde cada pieza encaja a la perfección.
Tecnología recomendada: FDM para bases y SLS para edificios complejos.
FDM imprime terrenos y plataformas de gran tamaño.
SLS (Sinterizado Laser) permite imprimir múltiples edificios pequeños sin soportes, ideal para réplicas de conjuntos arquitectónicos.
Imagina una maqueta de un nuevo distrito, donde cada edificio puede extraerse para mostrar interiores, o donde las calles se iluminan con pequeñas luces LED. Las posibilidades son infinitas.
A veces, lo más fascinante de un edificio está oculto. Los modelos seccionados permiten explorar la distribución interna, los flujos de espacio, la altura de los techos…
Tecnología recomendada: Resina para mobiliario y detalles, FDM para estructuras.
Paredes extraíbles con imanes para facilitar la visualización.
Ventanas en resina transparente para simular cristales.
Pequeñas figuras humanas en escala para dar sensación de vida.
Imprimir la maqueta es solo el primer paso. El verdadero arte está en el acabado:
Lijado y pulido. Las piezas en resina suelen salir casi perfectas, pero las impresas en FDM pueden necesitar un poco de masilla y lija para eliminar las marcas de capas.
Pintura. Un buen aerógrafo puede convertir un bloque de plástico en una fachada de ladrillo, hormigón o acero.
Ambientación. Pequeños árboles, farolas, coches en miniatura… estos detalles hacen que la maqueta cobre vida.
¿Y si lo que necesitas es replicar un edificio ya existente? Aquí entra en juego el escaneo 3D.
Restauraciones. Digitalizar un edificio histórico para planificar su conservación.
Adaptaciones. Escanear un espacio interior y diseñar un nuevo mobiliario que encaje a la perfección.
Terrenos complejos. Usar drones para capturar la topografía de un solar y crear una base exacta para la maqueta.
Los estudios más innovadores ya no imprimen maquetas estáticas. Experimentan con:
Piezas intercambiables: Usando imanes, permiten modificar fachadas o añadir plantas adicionales durante la presentación.
Sensores integrados: Algunos incluyen luces que se activan al tacto o pantallas táctiles en la base para mostrar información del proyecto.
Materiales "vivos": Filamentos que cambian de color con la temperatura o resinas que se oscurecen con la luz UV, simulando el paso del tiempo en el edificio.
La impresión 3D no ha matado el arte de la maqueta física; lo ha reinventado. Ahora, los arquitectos pueden crear piezas que no solo muestran un diseño, sino que hablan de él. Que transmiten cómo la luz jugará en las ventanas al atardecer, cómo se integrará el edificio en su entorno o incluso cómo envejecerá con elegancia.
Para los profesionales, esto significa libertad: libertad para probar lo imposible, para corregir sobre la marcha, para sorprender. Y para los clientes, significa poder tocar el futuro, literalmente, antes de que se construya. Después de todo, en un mundo donde hasta los castillos pueden nacer de una impresora de sobremesa, los únicos límites son los de la imaginación.
La impresión 3D no es solo una herramienta más; es un cambio de paradigma. Ya no hace falta delegar la fabricación de maquetas en talleres especializados. Ahora, con una impresora 3D y los materiales adecuados, cualquier estudio puede tener su propio taller de modelismo, ágil y económico.
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